7.25.2006

¿Europa vs. Europa?


Como offshore-outsourcing o simplemente offshoring se designa un proceso por el que las empresas localizan parte de su producción en un lugar geográfico distinto, comúnmente, en otro país. Hasta ahora, en castellano se hablaba de deslocalización -sacar de lugar- sin embargo, hoy se le denomina relocalización, término más feliz y menos negativo.

La relocalización es la principal tendencia que observamos en la economía europea-occidental en la actualidad. Estamos frente a empresas que relocalizan, esto es que trasladan procesos de producción desde Europa occidental hacia otras regiones del planeta.

A partir de la década de los noventa (o incluso antes), las grandes empresas -los llamados global players- relocalizaron en dirección Asia y a “Europa del Este”. En los últimos años, las empresas medianas se han atrevido a relocalizar; generalmente se han quedado en Europa. Concretamente en Europa Oriental y Central, región del mundo que, el 1° de mayo del 2004, pasó a integrar la Unión Europea, con lo que el tráfico de mercaderías, de personas y de dinero se hizo mucho más fácil.

Es esta relocalización la que ha permitido sobrevivir a las empresas alemanas medianas. Evidentemente, Europa oriental y central es una región más asequible para el europeo occidental que China o Indonesia. Los países de Europa del Este tienen, en general, un background cultural similar, están más cerca geográficamente y hay menos problemas de idioma (al menos para los alemanes). Evidentemente hay diferencias, producto de medio siglo de vivir bajo regímenes totalmente diferentes, pero esta diversidad puede ser un enriquecimiento y no necesariamnente una barrera.

Asimismo, cuentan con personal calificado, pero no tan caro como el de este lado de Europa; generalmente su infraestructura deja aún que desear, pero sin duda, alcanzará con más facilidad que otras regiones del mundo, los niveles de la UE.

La causa principal para la relocalización es, sin duda, el intento de bajar los costos.

Una de las razones para abandonar el propio país es su alta carga tributaria. En Europa occidental, salvo en Chipre (15%) e Irlanda (12,5%), la tasa impositiva empresarial sobrepasa con mucho el 25%, al que llegan Suiza y Austria, que también se han convertido en un oasis para muchos empresarios que han trasladado las mismas centrales de sus firmas a estos dos países.

Otro de los motivos para la relocalización es el alto costo de la mano de obra. Hay que considerar que la tajada mayor corresponde a la tributación, a las cargas de todo tipo y a los innumerables seguros que afectan al trabajo. Por tal razón, empresarios de Europa occidental han comenzado a trasladar procesos de producción a “los diez nuevos países” de la UE.

Como consecuencia, en Europa occidental, los ciudadanos temen perder sus empleos debido al offshoring. Esta fue una de las razones principales -yo diría que la principal- que condujo al electorado francés a votar en contra del proyecto de Constitución europea en mayo del 2005 y también uno de los motivos más importantes para el No holandés de 1° de junio del año pasado. Además, es lo que alimenta, en gran parte, el movimiento anti-globalización europeo.

Sin embargo, se olvida que una disminución de los costos aumenta la productividad de la empresa concreta y muchas veces es lo que le permite sobrevivir y contribuye así a que haya menos desempleados. Además, mantener los productos a un precio más bajo, beneficia al consumo interno.

Asimismo y dado que la economía europeo-occidental está orientada a la exportación (la economía alemana, pese a sus enormes problemas estructurales, sigue siendo campeón mundial de las exportaciones, alimentando simultáneamente y durante años, a cinco millones de desempleados), la reducción de los costos le permite competir en el mercado mundial, incluso a medianos y a pequeños empresarios que, de otra forma, se verían sobrepasados por las grandes empresas. Esto es aún más significativo, considerando que, desde hace ya varios años tenemos un euro alto, lo que resta competitividad a las exportaciones europeas.

Por último, las estadísticas -al menos las alemanas- indican que un 18,1% de los empresarios se muestran muy contentos con la relocalización; un 46,0%, satisfechos y un 20,6% señala que hay aspectos positivos y también negativos y que ambos han estado igualmente presentes en la relocalización efectuada.

Sin duda, este es un campo en queda mucho por hacer pues ningún país es igual a otro, los agente económicos son personas con una cultura y una historia individual que merecen un trato también diferente. Pero es un proceso que no se puede detener, pues no se puede hacer retroceder el reloj o el calendario.