Queridos amigos, mi artículo de este mes en La Segunda:
A comienzos de mes, el Papa estuvo tres días en Austria, con motivo de los 850 (!) años del santuario mariano Mariazell en la Steiermark o bien Estiria, en castellano.
Durante los tres días de la visita, el tiempo fue inmisericorde con el Papa y con los peregrinos llegados de todo el Este de Europa (y hasta con la plana mayor de los políticos de todos los colores que no se perdieron ni siquiera la peregrinación al santuario.
Pese a la lluvia, al viento y al frío, lo único que se cambió en el programa fue el recibimiento del Papa en el aeropuerto. No se le rindieron honores “en la loza” de Schwechat, sino en un hangar.
Ese mismo día, en Viena, el Papa visitó el el monumento a las víctimas del holocausto. Lo recibió el gran rabino de Viena, Paul Chaim Eisenberg, con una kipá blanca, reservada para las grandes ocasiones.
El cardenal Schönborn (joven arzobispo de Viena y un papabile, así que habrá que seguirle la pista) dijo -y esto es una importante aclaración hacia los grupos neonazis que pululan por estas regiones-:
“Pedro era judío, los apóstoles eran también judíos. María es judía, Jesús, su Hijo, nuestro Seor es judío por ella” (...) La Iglesia cristiana no puede olvidar nunca “el tronco que nos sostiene”. En este contexto, sería bueno recordar que la expresión “nuestros hermanos mayores”, hoy muy difundida en la Iglesia, fue acuñada por el mismo cardenal Ratzinger.
Ante los políticos, Benedicto se refirió a temas conflictivos como no lo había hecho en ningún otro viaje. Supongo que Austria y en general Europa Central y Oriental están preparados para escucharlo:
“Fue en Europa en donde la noción de derechos humanos fue formulada por primera vez. El derecho humano fundamental, el antecedente de todo otro derecho, es el derecho a la vida misma. Esto es verdad desde el momento de la concepción hasta la muerte natural”.
Es una verdad de perogrullo: si no hay vida humana ¿qué derechos humanos vamos a respetar? “En consecuencia, el aborto no puede ser un derecho humano, es totalmente opuesto a un derecho humano”.
Y al día siguiente en Mariazell (la traducción no literal es mía): “Nuestra fe se enfrenta a la resignación que nos ve como personas incapaces de llegar a ver la Verdad, por considerarla muy grande para el ser humano. Esta resignación es, estoy convencido de ello, el núcleo de la crisis del Occidente, de Europa (...) si no hay verdad entonces el ser humano no puede distinguir entre mal y bien”.
Es este el problema fundamental en Europa de hoy.
”Necesitamos la verdad, pero, debido a nuestra historia, tememos que la fe en la verdad traiga consigo la intolerancia”. Sí, es lo que pensamos y tememos muchos europeos, sobre todo en esta región de Europa, que ha visto, vivido y sufrido los dos totalitarismo más terribles de la historia en menos de un siglo, en nombre de la “verdad” de la raza y de la “verdad” de la clase.
Llegados a este punto, el prof. Ratzinger hace mirar a la iglesia de Mariazell, donde vemos a Jesucristo, primero como niño en los brazos de su Madre y después, en el altar mayor de la basílica, crucificado.
Continúa: “estas dos imágenes nos hacen ver que la verdad no se impone con la fuerza exterior, sino que la verdad es humilde y se da a todos los hombres con la fuerza interior de su propia verdad”.
Sí, “la verdad se expresa en el Amor“. La verdad “nunca es de nuestra propiedad, no es nuestro producto, tal como no podemos producir el amor, tampoco podemos producir la verdad. La verdad sólo se puede recibir y regalar a otros...”.
En Derecho Romano, decimos que nadie da lo que no tiene.
Por algo se afirma en Alemania, que Ratzinger-Benedicto es uno de los dos teólogos alemanes más grandes de la historia. El anterior -dicen hasta los luteranos- fue Lutero.
Benedicto XVI en Austria, entre la verdad y la intolerancia