6.28.2005

La crisis de la Unión Europea y el pensamiento de Rousseau


La crisis que afecta a la Unión Europea (no me refiero a la crisis de Europa que es más bien de naturaleza moral o espiritual) puede ser desglosada en dos aspectos fundamentales: la crisis institucional y la financiera. Esta última se debe al desacuerdo acerca de la reestructuración de las finanzas de la UE, al problema de los subsidios agrícolas y a la llamada "rebaja de los británicos". La crisis institucional se manifestó claramente en el rechazo al proyecto de Constitución europea en dos estados que integran el denominado núcleo de la Unión (término que está lejos de ser ampliamente aceptado).

Sin embargo, tanto el Non francés como en el Nee holandés demuestran algo mucho más profundo que el simple rechazo a un texto legal. Como señala el Presidente checo Vaclav Klaus -uno de los políticos más preclaros del viejo continente- el resultado de los referenda es sólo la punta del iceberg. Klaus piensa que expresa el "abismo que existe entre la elite política europea y el ciudadano común". Lamentablemente -continúa- la UE y el debate acerca de la constitución está en manos de los europeístas -término bastante negativo que se ha popularizado durante las últimas semanas- que han unido a ella su propio futuro.

Quienes se han atrevido a decir que la constitución es un dead man walking se los ha llamado populistas. Sin embargo el populismo -señala Klaus- es exactamente lo contrario, se manifiesta en no acatar la decisión del electorado. El populismo consiste en ofrecer soluciones fáciles y baratas. Someterse a la decisión de las urnas es más bien, democracia.

Los partidarios de la constitución -según los norteamericanos se parece más a la letra chica de un contrato de tarjeta de crédito que a una ley fundamental- aclaran que la equivocación de los electores, se produjo debido a que los gobiernos no explicaron bien a los ciudadanos las bondades de la nueva ley fundamental del superestado europeo. En consecuencia, se culpa a los gobiernos del fracaso plebiscitario (tales recriminaciones provocaron un grave problema diplomático entre Bélgica y Holanda) y se propone repetir el plebiscito, esta vez, informando bien.

Es el renacer de la filosofía política de Rousseau: si un hombre desobedece al todo y se aleja de la voluntad general, será obligado por todo el cuerpo social a obedecer, lo que "no significa otra cosa sino que se le obligará a ser libre" (Contrato social, Libro I, Cap. VII).

Dan Hannan miembro del Parlamento europeo (South East England) comentaba la semana pasada que, frente a tales aseveraciones, muchos ciudadanos se preguntan si hemos retrocedido en el tiempo, a la época en que en el Este de Europa se encontraba dentro de la llamada órbita de hegemonía soviética. En aquel entonces y en aquella época, se pretendía convencer a los súbditos de que el sistema era el mejor y el lugar donde serían más felices. La analogía del eurodiputado británico es más que evidente. Tales elucubraciones y proposiciones, obedecerían a una suerte de determinismo hegeliano, a una fe casi religiosa en que el proceso de unión europea es irreversible.

La clase política de los respectivos países está, en principio de acuerdo con la Constitución Europea. En Francia, el texto habría recibido el 94% de los votos si se hubiera votado en la Asamblea Nacional. Los políticos europeístas, los representantes de la Voluntad General rousseauniana, son quienes realmente saben lo que le conviene al pueblo. Casi lo olvidaba, la voluntad general no es la voluntad de la mayoría, sino que es una voluntad profunda, misteriosa, casi mística y con muy pocos intérpretes.

La crisis de la Unión Europea y el pensamiento de Rousseau

No hay comentarios.: