8.23.2005

La prueba de fuego de Benedicto


La Jornada de la Juventud ha sido la prueba de fuego para Benedicto XVI.

El teólogo alemán volvía a su patria, como él mismo llamó a Alemania (Vaterland) al bajar del avión en Colonia y bromear con el ex jefe del FMI, hoy presidente federal, Horst Köhler.

El ex prefecto de la Congregación para la doctrina de la fe regresaba a un país que -seamos sinceros- prefiere al psico-exegeta Drewermann o al profesor de Tübingen Hans Küng, eterno contradictor del Cardenal Ratzinger y autoproclamado teólogo del milenio, y no al ex arzobispo de München.

Asimismo, un nuevo Papa, después del larguísimo pontificado de Juan Pablo II, invita inevitablemente a las comparaciones. Y puestos a comparar, el retraído estudioso de la teología que huía, hasta ahora de las multitudes, no parecía la persona más indicada para entusiasmar y hacer vibrar en una especie de Woodstock urbano de una semana de duración, a 800.000 jóvenes.

Ni el más indicado para dirigirse a ellos en una vigilia de sábado por la noche, ni de celebrar una misa para más de un millón de personas en un campo que equivale a 273 estadios de fútbol. Menos aún cuando la música pop de la misa del domingo no es precisamente lo que nos imaginamos que más agrada al pianista Joseph Ratzinger.

La imagen del Panzerkardinal, difundida en Alemania, no se compagina con un Vicario de Cristo que visita, en la sinagoga de Colonia, a nuestros hermanos mayores, término que procede de la pluma y de la mente del mismo Ratzinger, circunstancia apenas conocida.

Muchos pensaban que, al no venir el Papa polaco, los jóvenes eslavos -en quienes JPII tenía puestas tantas esperanzas para la nueva evangelización de Europa- estarían ausentes de las Jornadas. Pero no fue así, vinieron y en abundancia y, para que no quedara duda alguna de cuál es su actitud frente al sucesor de Karol Wojtyla, se leía en una pancarta en polaco: "La generación JPII ama a Benedicto". El mensaje no podía ser más claro.

La respuesta de los alemanes no podía ser menos: un grupo de jóvenes bávaros gritaba a voz en cuello, frente a la catedral de Colonia, "Tenemos un ídolo, se llama Benedicto".

¿Qué es lo que entusiasmó tanto a los jóvenes del mundo en Colonia? Encontramos la respuesta en las mismas palabras del Santo Padre: "La verdadera revolución capaz de trasformar el mundo es la que proviene de Dios". Este es un no bien grande a frente al conformismo y a la desesperanza: "los santos son los verdaderos reformadores" o, invirtiendo los términos, los santos son necesariamente reformadores.

El anti-relativista Ratzinger, tan criticado por sus palabras durante los funerales de JPII, en que se refirió a la dictadura del relativismo, explica que "la absolutización de lo que no es absoluto, sino relativo, se llama totalitarismo". Es el intelectual riguroso, pero dialogante que, a mediados de los 90, se atrevió a mantener un debate público con el insigne representante de la Escuela de Frankfurt, el filósofo Jürgen Habermas.

Hay una frase del discurso de la vigilia que deja muy claro que, como señala Messori, Ratzinger es un intelectual post-moderno que, pese a sus dudas, cree: "se puede criticar mucho a la Iglesia. Lo sabemos, y el Señor mismo nos lo ha dicho: es una red con peces buenos y malos, un campo con trigo y cizaña". Prosigue de una manera muy humana y muy divina: "En el fondo, consuela que exista la cizaña en la Iglesia. Así, no obstante todos nuestros defectos, podemos esperar estar aún entre los que siguen a Jesús, que ha llamado precisamente a los pecadores".

Y entonces aparece el Ratzinger internacional, el que viajó por todos los continentes para participar en simposios universitarios: "la Iglesia es como una familia humana, pero es también al mismo tiempo la gran familia de Dios, mediante la cual Él establece un espacio de comunión y unidad en todos los continentes, culturas y naciones".

Sin duda, la internacionalidad de la Iglesia se expresó claramente esta semana en Colonia, en el mar de banderas de las más diversas procedencias y en los idiomas y dialectos que se escuchaba por las calles de la ciudad.

Los jóvenes respondieron al Papa y el Papa respondió a los jóvenes. Benedicto pasó exitosamente la prueba de fuego.

La prueba de fuego de Benedicto

En la segunda foto, el Papa Benedito 16 y el rabí Netanel Teitelbaum (Foto: David Boucherie). La tercera, supongo que no requiere explicación.

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